No todo es espectáculo y combates con guión

El pasado 25 de septiembre, los luchadores de la WWE aterrizaban en Madrid para ofrecer sus movimientos en el ring provisional de la Plaza de Toros de las Ventas. Los golpes y agarrones (no siempre verdaderos y a veces ni siquiera verosímiles) de estos musculosos gladiadores cumplían con la cita anual que desde hace tres años llevan manteniendo con la capital de España, además de visitar otros lugares de la Península como Bilbao o Badalona. Y, como también viene siendo habitual, los recintos donde tuvo lugar el evento completaron su aforo.

Desde hace ya unos meses se vive en España una fiebre por este tipo de shows. Cualquier parrilla que se precie quiere programas de pressing catch para hacer las delicias de los niños y de los no tan jóvenes, que en su pubertad quedaron prendados de estas luchas “de mentira” que ahora recuperan con nostalgia. Pero, dentro de este complicado mundo, no todo son luces, altavoces y ganadores decididos de antemano.

Dejando a un lado la posible influencia negativa en los más pequeños (a pesar de las advertencias de sus ídolos, es frecuente ver los patios de los colegios llenos de moratones), la propia vida personal de los luchadores no siempre es de color de rosa. De hecho, muchos de ellos tienen una atormentada existencia fuera del ring que a veces desemboca en un trágico final. Generalizar sería incurrir en un grave error, pero los datos son escalofriantes: en menos de dos décadas han muerto más de 60 combatientes o ex combatientes de la WWE (programa emitido por la cadena Cuatro, antes llamado WWF). Ninguno superaba los 50 años.

A veces para calmar el dolor de los golpes (no todos son de mentira), a veces como reminiscencia de una excesivamente alocada adolescencia o a veces como método poco natural para ensanchar sus músculos, lo cierto es que las sustancias que muchos de los luchadores consumen crean una dependencia que puede tener consecuencias funestas.

- Caída de Jeff Hardy "sobre" Randy Orton (será de mentira, pero este tipo de acciones duelen)

Uno de los casos más impactantes fue el de Chris Benoit, quien mató a su mujer y a su hijo de 7 años tras un presunto ataque de ira paranoica producido por el abuso de esteroides. Al día siguiente, 24 de junio de 2007, Benoit se suicidaba. Otro de los fallecidos en activo fue Mister Perfect, a quien en 2003 se llevó una bomba de cocaína mezclada con analgésicos. Un cóctel similar acabó con Bam Bam Bigelow en 2007, tras años de decadencia vital (divorcio, deudas, el coma de su pareja tras un accidente de moto…).

Pero sin duda una de las muertes más trágicas, por ser sobre el mismo ring y en directo, fue la de Owen Hart, que en 1999 y con 34 años cayó desde una altura de 15 metros al fallar el arnés que le sujetaba. Otros famosos luchadores que murieron prematuramente fueron Adré “el Gigante”, el “Poli loco”, “British Bulldog”, Yokozuma o Eddie Guerrero, todos ellos por ataques al corazón (los dos últimos aún estaban en activo y con menos de 40 años).

- Muerte de Owen Hart (el vídeo del accidente no existe, sólo lo vieron los asistentes al espectáculo -que, por cierto, nose interrumpió...-)

Todas estas desgracias refuerzan el rechazo que todo deportista (y en general cualquier persona) debe sentir hacia este tipo de sustancias. El deporte, la salud y la felicidad son antónimos de las drogas, que en ocasiones acaban por destruir la propia vida. Oficialmente, la WWE apoya estos postulados y realiza controles antidopaje a sus “obreros”. Sin embargo, la lista de suspendidos temporalmente por haber dado positivo en dichas pruebas ya tiene más de 20 nombres: Jeff y Matt Hardy, Chris Masters, Randy Orton, Mr. Kennedy… Eso sin contar los casos encubiertos por la propia empresa. Una lacra que persigue a muchos deportes y cuyas secuelas personales pueden ser letales.

(Este artículo fue escrito para la revista “Deporte y Gestión de Madrid”, así que perdonad si a veces me desvío del estilo habitual de HC. Ah, y volvemos a pedir vuestra ayuda: ¿qué os parece la nueva combinación de colores?).